Si lees las distopías juveniles actuales, podrás evitar la destrucción del planeta . No te lo digo porque yo soy autora de este género (que también), sino porque a estas alturas del cuento ya lo veo más que necesario.
Decía Jill Lepore en The New Yorker que “la utopía es el paraíso y la distopía el paraíso perdido”. Nuestro mundo, el tuyo y el mío, tal y como lo conocemos no se aleja tanto de esa distopía. Algunos dirían incluso que estamos más cerca del infierno. Pero no seamos agoreros.
Si te digo que es necesario leer distopías juveniles es porque este género young adult es un claro reflejo del futuro que podría estar esperando si no hacemos nada pronto. Hoy en día la prensa, la televisión, los centros educativos, nos bombardean con mensajes apocalípticos advirtiéndonos de que estamos destruyendo la Tierra. Yo creo que no es exagerado, sino necesario, por lo que no está demás buscar maneras aún más efectivas de comunicar el mensaje. No, no es viajar a un futuro probable y verlo con nuestros propios ojos, eso sería lo ideal, pero como eso, que yo sepa, aún no es posible, se me ocurre otra: leyendo distopías juveniles.
Aquí te dejo unas cuantas novelas distópicas, según los desastres que dieron lugar a los mundos en los que están situadas.
El calentamiento global provoca tormentas, sequías, hambrunas, incendios, y si no conseguimos frenarlos, acabará con el planeta tal y como hoy lo conocemos.
Esperemos que eso no llegue a suceder, o nuestro hogar nos recordará más de lo que desearíamos los 13 distritos de Los Juegos del Hambre, saga escrita por Suzanne Collins.
El mundo donde se desarrollan estos Juegos es en realidad el país resurgido de las cenizas de Estados Unidos, que acabó devastado por una terrible guerra. ¿Y esto que tiene que ver con el calentamiento global?, te estarás preguntando. Pues todo, porque lo que estaba en juego en esta guerra era el control de los pocos recursos que quedaron después de los desastres naturales causados por el calentamiento global.
Así que si vas a decir que el calentamiento es un invento, acuérdate antes de la protagonista de la novela Katniss Everdeen, y vete afilando el cuchillo.
Un apocalipsis nuclear podría acabar con nuestra civilización tal y como la conocemos. Podría desencadenarse por tierra, por aire, en el subsuelo, e incluso en el espacio.
Hoy en día nada de esto nos parece ciencia ficción, pero vamos a pensar que seremos sensatos y no llegaremos a vivir en primera persona las desventuras de Cassandra, la protagonista del libro Sermón de Fuego de Francesca Haig.
Para ponerte en situación, Cassandra es la hermana de un líder del Consejo. A ella le tocó nacer siendo la débil de los dos hermanos, en un mundo donde todos los seres humanos tienen un gemelo: uno es el alfa, físicamente perfecto, y el otro, omega, que sufre alguna deformidad. Los omegas viven marginados en asentamientos aislados y cuando un gemelo muere, el otro también.
No sé tú, pero a mí no me apetece nada vivir en un mundo en el que para empezar ya tienes el cincuenta por ciento de posibilidades de pertenecer al bando débil.
Que la especie humana puede verse aniquilada, o muy mermada, por una plaga no es nada nuevo. Solo hay que echar la vista a los libros de Historia y veremos como la peste negra asoló Europa en el siglo XIV, y que es posible que acabara con la vida de más de doscientos millones de personas.
Pero si no te lo tomas muy en serio, puedes leer Legend, de Marie Lue, donde una extraña plaga está acabando con la población más pobre.
Ahora ya lo sabes, la próxima vez que te pidan firmas para apoyar a alguna investigación, no camines rápido mirando tu móvil. Párate y haz un garabato, porque tal vez ellos pueden librarte de una civilización al borde del colapso, como la que también podemos encontrar en El corredor del Laberinto, de James Dashner, donde un virus está destruyendo a la humanidad, convirtiendo a las personas en zombies.
En muchos casos estos desastres están ligados entre sí, o unos son desencadenantes de los otros.
Habrás oído alguna vez que el pequeño aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo. Pues imagínate ahora cuando ese aleteo se trata de una guerra global, con armas, entre otras, nucleares. Supón que solo se consigue frenar esa guerra con una terrible enfermedad que hunde a las personas en la depresión más absoluta, y para colmo liquida a dos tercios de la población humana y a la totalidad de animales y reino vegetal. Pues ese es el origen del mundo de mi novela, El vuelo del halcón: Rodinia.
Y después de estos avisos, ¿vas a seguir mirando a otro lado, o vas a leer una distopía juvenil?